reformas liturgicas

Reformas Litúrgicas y Canónicas de S .S. Pio XII.

El pleno florecimiento de la vida eclesial en la época barroca (Contrarreforma y Concilio de Trento, n.d.r.) se vio afectado, hacia fines del siglo XVIII, por el frío Iluminismo. Se estaba insatisfecho de la Liturgia tradicional, ya que se estimaba que correspondía muy poco a los problemas concretos de la época (Mons. Gamber, op. cit.) El Iluminismo racionalista halla el terreno preparado y un sólido aliado en la herejía jansenista, la cual, tal como el Protestantismo del que era la quinta columna, se oponía a la Liturgia Romana tradicional.

José II en el Imperio de los Habsburgo, el episcopado galicano en Francia, y el de Toscana en Italia, reunidos en el Sínodo de Pistoya, efectuaron reformas y experimentos litúrgicos “que se asemejan sorprendentemente a los actuales; éstos también estaban fuertemente orientados hacia el hombre y los problemas sociales” (Gamber, op. cit.). “… Podemos pues afirmar que la actual desolación litúrgica halla su raíz más firme en el Iluminismo. Muchas ideas de esta época han hallado su plena aplicación solamente en nuestros tiempos, en los que asistimos a un nuevo Iluminismo”. La aversión por la tradición, el frenesí por las novedades y reformas, el reemplazo progresivo del Latín por la lengua vulgar y el de los textos eclesiásticos y patrísticos por la sola Escritura, la disminución del culto a la Santísima Virgen y a los Santos, el racionalismo respecto de los milagros y hechos extraordinarios narrados en las lecturas litúrgicas de los Santos, la supresión del simbolismo litúrgico y del misterio; en fin, la reducción de la Liturgia, juzgada excesiva e inútilmente larga y repetitiva… Volveremos a encontrar todos estos puntos de identificación de las reformas litúrgicas jansenistas en las reformas actuales, comenzando por las de Pio XII.

La Iglesia, en los casos más graves, condenó a los innovadores; así Clemente IX condena el Ritual de la Diócesis de Alet en 1668, Clemente XI condena al oratoriano Pasquier Quesnel (1634-1719) en 1713 (Denz. 1436), Pío VI anatematiza al Sínodo de Pistoya y al Obispo Scipión de Ricci con la Bula “Auctorem Fidei” de 1794 (Denz. 1531-1533).

El Movimiento Litúrgico Una reacción al frío iluminista está representada por la restauración del siglo XIX. (…) Se alzaron entonces la gran abadía benedictina de Solesmes, en Francia, y la de la Congregación de Beuron. (Gamber)

D. Prosper Guéranger (1805-1875), Abad de Solesmes, restaura en Francia la antigua liturgia latina y da nacimiento a un movimiento, después llamado “litúrgico”, que tiene por fin hacer amar y defender la liturgia tradicional de la Iglesia hasta San Pio X.

La desviaciones del Movimiento Litúrgico después de San Pío X, fuè poco a poco, desvíandose de sus objetivos fundacionales, para acercarse, por una revolución copernicana, a las tesis que combatía en sus comienzos.

Todas las ideas de la herejía antilitúrgica -Dom Guéranger llamó así a las tesis litúrgicas del siglo XVIII- fueron retomadas en los años ‘20 y ‘30 por liturgistas como Dom Lambert Beauduin (1873-1960) en Bélgica, en Francia, Dom Pius Parsch, y Romano Guardini en Austria y Alemania. Partiendo de la “Misa dialogada”, a causa “de una excesiva importancia concedida a la participación activa de los fieles en las funciones litúrgicas” (Gamber), los reformadores de los años ‘30 y ‘40 llegaron (especialmente en los campamentos scouts y en las asociaciones de juventud y de estudiantes) a introducir de facto nada menos que la Misa en lengua vernácula, la celebración sobre una mesa de cara al pueblo, la concelebración… Entre los jóvenes sacerdotes que se deleitaban con las experiencias litúrgicas, se hallaba en Roma, en 1933, el Capellán de la “Federación Universitaria Católica Italiana” (F.U.C.I.), Giovanni Battista Montini, feliz y fuertemente repren-dido por el Cardenal Vicario (Fappani-Molinari, “Montini, giovane”, ed. Marietti, 1980, págs. 282-292).

En Bélgica, Dom Beaudin dio al Movimiento Litúrgico un objetivo explícitamente ecuménico, presentando la hipótesis de una Iglesia anglicana “unida (a la Iglesia Católica) pero no absorbida”, y fundando un “Monasterio por la unión” con los “ortodoxos” orientales, que tuvo como resultado la “conversión” de muchos de sus monjes al cisma de Oriente.

Roma interviene: la Encíclica contra el Movimiento ecuménico, “Mortalium ani-mos” (1928) es seguida, en 1929 y 1932, por advertencias (muy) discretas que lo apartan por un tiempo de su actividad (cfr. Bonneterre, “El Movimiento Litúrgico”, ed. Fideliter, 1980, págs 35-42).

Un gran protector de Beaudin era naturalmente el Cardenal Mercier, pionero del ecumenismo “católico” y definido como “ligado con todos los traidores a la Iglesia” (Poulat, “Intégrisme et catholicisme intégral”, Casterman, pág. 330).

En los años 40 el trabajo de sabotaje de semejantes liturgistas ya había obtenido el apoyo de una gran parte del episcopado, especialmente en Francia (con el C.P.L: Centro de Pastoral Litúrgica) y en el Reich alemán.

A comienzos de 1943, el 18 de enero, se lanzó el ataque más serio contra el Movimiento Litúrgico (…) por parte de un miembro elocuente y vigoroso del episcopado, el Arzobispo de Friburgo (Brisgau), Conrad Gröber. (…) En una larga carta dirigida a sus hermanos en el episcopado, Gröber resumía en 17 puntos sus preocupaciones respecto de la Iglesia. (…) Criticaba la teología kerigmática, el movimiento de Schönstatt, pero sobre todo al Movimiento Litúrgico (…) asociando a éste implícitamente al Cardenal Theodor Innitzer. (…) Pocos saben que el Prof. Karl Rahner S.J., que residía entonces en Viena (diócesis del Cardenal Innitzer, n.d.r.), escribió (…) una réplica a Gröber” (Robert Graham S.J., “Pío XII y la crisis litúrgica en Alemania durante la guerra”, “La Civiltà Cattolica”, 1985, pág. 546). Se volverá a ver a Karl Rahner como perito conciliar del episcopado alemán en el Concilio Vaticano II, al lado de Hans Küng y Schillebeeckx.

Ante todo esto Pio XII, por primera vez en la historia Iglesia, redacta en 1947 una enciclica todalmente dedicada a la Sagrada Liturgia: Encíclica “Mediator Dei”, habría debido decretar la condenación del Movimiento litúrgico desviado. Pío XII expone con fuerza la doctrina católica (…) pero el sentido de esta encíclica fue torcido por los comentarios que le hicieron los innovadores; y si Pío XII recordó los principios, no tuvo el coraje de tomar medidas eficaces contra las personas, tendría que haber disuelto el Centro Pastoral Litúrgico Francés y prohibir un buen número de publicaciones. Pero estas medidas habrían supuesto un conflicto abierto con el episcopado francés” (Jean Crété, “El Movimiento Litúrgico”, “Itinéraires”, enero de 1981, págs. 131-132).

Pío XII, además, no consideraba de extrema gravedad el problema litúrgico que oponía a los obispos alemanes:

“Tenemos una extraña impresión”, escribía a Mons. Gröber, “como si fuera que la cuestión litúrgica se presentara como el problema del momento” (Carta de Pío XII a Mons. Gröber del 22 de agosto de 1943, citada por R. Graham, op. cit., pág. 549).

Si con estas palabras Pío XII desaprobaba a los representantes del Movimiento Litúrgico, no dejaba de minimizar el peligro. Los innovadores pudieron así infiltrar su caballo de Troya en la Iglesia, haciéndolo pasar por la puerta, dejada casi sin defensa, de la Liturgia, y aprovechando la poca atención del Papa Pacelli en esta materia, aprovecharon personas del entorno del Pontífice, como su propio confesor, Agustín Bea S.J., futuro Cardenal y defensor declarado del Ecumenismo para introducir sus reformas Litúrgicas.

El Papa comenzaba a dar muestra de la enfermedad estomacal, y las visitas estaban restringidas, únicamente para personal muy cercano de la familia y Cámara Papal. En el particular litúrgico el Santo Padre recibía información de primera línea de monseñor Montini, ya que ni los prefectos tenían libre acceso de ingreso.

La poca atención que el Papa Pio XII dió a la Liturgia, su enfermedad y el dejar de encargados de las reformas Litúrgicas a su confesor Cardenal Bea, modernista confeso y Mons. Bugnini, Masón, creador del Novus Ordo «Missae» de «Pablo VI», hacen comprensible como pudo acontecer este triste y desastroso acontecimiento litúrgico en los 10 últimos años de Pontificado de Pacelli.

Ante la Insistencia de Alemania, Suiza, Francia etc, sobre la reforma, en un principio concerniente, sólo, a los horarios del Triduo Sacro, el Papa accedió a crear una comisión que hiciera un estudio al respecto.

Se crea el 18 de marzo de 1948, con el masón y creador del Novus Ordo Missae, Annibale Bugnini, como secretario, de una “Pontificia Comisión para la Reforma de la Liturgia” (que se parece, hasta en el nombre, al “Consilium ad exequendam constitutionem de Sacra Liturgia” instituido por Pablo VI en 1964 y que engendraría la “Nueva Misa”).

La primera parte del trabajo de la comisión llegó a término en 1951 con la publicación del Decreto de la Congregación de Ritos Dominicae Resurrectioni con la que rescataba e instituía nuevamente la celebración de la Vigilia Pascual durante la celebración de la noche anterior al día de la resurrección, en boca de uno de los miembros del equipo de trabajo, fue el mayor acontecimiento litúrgico de la hostoria de la Iglesia desde el Papa San Pio V que reinó hasta 1572.

No obstante ya se habían introducido algunas graves reformas Litúrgicas antes, como en 1942 que se permite recibir a los Sacerdotes los matrimonios fuera de la Misa. También se les permite oficiar confirmaciones en ciertos casos.

La Sagrada Congregación de Ritos concedió el permiso para el uso de las lenguas locales en los países con la expansión de las actividades de la Misión Católica, incluyendo en Indonesia y Japón en 1941-2. En 1949 se le concedió el permiso para el uso de chino mandarín excepto para el Canon, y para el uso de hindú en la India en 1950. El permiso se concedió también a Francia (1948) y Alemania (1951) para usar el vernáculo en el Ritual Romano. Y se extendió la facultad a toda la Iglesia para los Sacramentos del Bautismo y Confirmación. Como medio de aumentar la participación de los fieles en la celebración de la misa en 1958 Pío XII aprobó el uso de cantos en la lengua vernácula durante la Misa Solemne. Como un medio para el conocimiento más cercano de los fieles también se permitió leer la epístola y el evangelio en voz alta por un laico, mientras que el celebrante las lee en voz baja en en altar. Entre otras cosas trata a los fieles como a ignorantes, existían misales bilingües…

La Comisión (para la reforma gozaba de la plena confianza del Papa, informado por Mons. Montini, e inclusive semanalmente, por el P. Bea, confesor de Pío XII.

A esta reforma (Motu proprio “In cotidianis precibus”, del 24 de marzo de 1945) cuyo uso era, al menos en teoría, facultativo y que tuvo poco éxito, hicieron seguir otras reformas más durables y también más graves:

El «Padre Bea estuvo en el origen de la primera reforma litúrgica de Pío XII, a saber, la nueva traducción litúrgica de los Salmos, que reemplazó a la Vulgata de San Jerónimo, tan odiada por los protestantes por ser la traducción oficial de la Sagrada Escritura en la Iglesia declarada “auténtica” por el Concilio de Trento.

El 6 de enero de 1953: Constitución Apostólica “Christus Dominus” sobre la reforma del ayuno eucarístico; continuaba desde la medianoche antes de recibir la comunión, pero descartó que el agua rompiera el ayuno.

También se relajó el requisito de ayuno para los enfermos y los viajeros, los que participan en el trabajo físico extenuante, y para los Sacerdotes que celebran varias misas en el mismo día.

En 1957 se sustituyó el ayuno desde la medianoche por un período de tres simples y ridículas horas de alimentos sólidos y alcohol, y una hora de ayuno de otros líquidos. Las nuevas reglas de ayuno abrió el camino a las misas vespertinas (cosa inaudita), que el ayuno desde la medianoche hacía imposible. Y finalmente, se consiguió, la Misa vespertina del sábado con la que se podía cumplir el precepto Dominical.

Siguiendo los pasos de sus predecesores, Pío XII instituyó una serie de nuevas fiestas y aprobó nuevos Propios.

Después de definir el dogma de la Asunción de la Stma. Virgen en 1950, una nueva fórmula de las partes variables de la misa se introdujo, perdiéndose las bellas y antiguas que existían) fiesta, que se celebra el 15 de agosto.

Pío XII también instituyó la fiesta del Corazón Inmaculado de María, que se estableció como una doble de segunda clase y se fijó para el día 22 de agosto, el día de la octava de la Asunción.

Otras nuevas fiestas incluyen la Realeza de María (31 de mayo) y la fiesta de San José Obrero (coincidiendo con la fiesta socialista de 1 de mayo), que reemplaza así la fiesta de San José Patrono de la Iglesia universal, observada hasta entonces en el tercer miércoles después de Pascua. (Para responder a numerosos deseos y a la devoción del pueblo cristiano, el 10 de diciembre de 1847, Pío IX extendió a la Iglesia universal la fiesta del Patrocinio de S. José que había sido otorgada a la Orden de los Carmelitas y a algunas Iglesias particulares. En efecto, los carmelitas descalzos de la Congregación de España, siguiendo fielmente el espíritu de Santa Teresa de Jesús, pidieron a Roma celebrar esta fiesta del Patrocinio de San José. El 6 de abril de 1682 Inocencio XI concedió que en la Dominica tercera después de la Pascua de Resurrección pudiesen celebrar esta festividad. En el siglo XVIII la Congregación de Ritos pasó la fiesta del domingo al miércoles (día que la liturgia romana ordinariamente dedica al santo) de la segunda semana de Pascua. Más tarde, Pío X elevó esta fiesta al rango de las mayores solemnidades, dotándola de una Octava con una gran riqueza hagiográfica en los textos propios para el oficio de Maitines. La introducción de la fiesta de San José Artesano, provoco la oposición manifiesta y abiertamente en contra: durante más de un año, la Congregación de Ritos rehúsa componer el oficio y la misa de la nueva fiesta. Fueron necesarias varias intervenciones del Papa para que la Congregación de Ritos se resigne, de mala gana, a publicar, a fines de 1956, un oficio tan mal compuesto que uno se pregunta si no fue saboteado deliberadamente. Y fue solamente en 1960 que fueron compuestas las melodías (que son de mal gusto) del oficio y de la misa. Traemos este episodio poco conocido para dar una idea de las fuertes reacciones suscitadas por las primeras reformas litúrgicas de Pío XII” (Crété, op. cit., pág. 133).

En el Misal y el Breviario se adjunta un nuevo Común de los Santos Pontífices, con el fin de poner de relieve el papel especial de los pontífices romanos en la economía de la Iglesia. Hasta entonces, los papas santos habían conmemorado el uso litúrgico los mismos textos como otros obispos. La nueva misa de Santos Pontífices comienza con el introito Si Me Diligis.

La Sagrada Congregación de Ritos tenía jurisdicción sobre los ritos y ceremonias de la Iglesia latina, como la santa misa, funciones sagrados y de culto divino. Se emitió la ubicación del Santísimo Sacramento en la Iglesia, para estar siempre en el altar principal en el centro de la Iglesia. La Iglesia debe mostrar objetos religiosos, pero no ser sobrecargado con elementos secundarios. Las Imágenes Sagradas modernas deben ser reverentes.

Las rúbricas y calendario de la misa y el oficio divino se reformaron por la constitución Cum hac nostra aetate (23 de marzo 1955). La reforma al calendario, el más dramático antes de su completa renovación en 1969, consistió principalmente en la supresión de diversas octavas y vigilias. Una octava es la prolongación de una semana de una gran fiesta, ya sea mediante la celebración de una misa adecuada durante toda la octava o por la adición de un adicional recoger en que se celebra la misa de otra fiesta. De los 18 octavas existentes en el calendario romano, todas menos tres (Pascua, Pentecostés, Navidad) fueron purgadas en la reforma, incluyendo las octavas de la Epifanía, Corpus Christi, la Ascensión y la Inmaculada Concepción.

Una vigilia es un día de preparación litúrgico que precede a una gran fiesta. La reforma de 1955 eliminó aproximadamente la mitad de las vigilias en el calendario romano, incluyendo la vigilia de la Epifanía y las vigilias de los Apóstoles. La antigua costumbre de comenzar una fiesta con las primeras Vísperas en la víspera de la fiesta fue abolida, con ciertas excepciones. Tras la reforma, la mayoría de las fiestas tienen un solo conjunto de Vísperas (lo que se había conocido como segundo Vísperas), celebrada en la tarde de la fiesta misma. El propósito de la presente excepción de la antigua costumbre era simplificar el proceso por el cual cuando las segundas vísperas de una fiesta coincidieran con las primeras vísperas de la fiesta posterior.

La reforma también abolió la costumbre de que las vísperas debían ser recitadas antes del mediodía durante la Cuaresma.

Esto era una supervivencia de la antigua costumbre de que durante la Cuaresma el ayuno sólo podía ser roto después de vísperas; hace tiempo que la Iglesia había permitido esta comida para ser llevada al mediodía y por lo tanto también había anticipado el Oficio de las Vísperas en la Cuaresma.

Se recita en los días de menor importancia litúrgica Rito Simple, sólo la oración colecta de la jornada, y no las tres como se hacía en el Misal de San Pio X, por tanto se suprimen las colectas de Nuestra Señora y de Todos los Santos, la colecta contra los perseguidores de la Iglesia, por el Papa o de los fieles difuntos etc, etc …

El Credo y Gloria fué suprimido en muchas festividades (Doctores de la Iglesia, Santa María Magdalena, los santos Ángeles …) y Misas Votivas.

Se elimina de los tres tonos de voces del celebrante; audibles por los fieles, secreto, y audible, sólo, para los ayudantes del altar.

El Benedicamus Domino”, se elimina y siempre se dice ” Ite Missa est “ antes se decía Benedicamus Domino los domingos y durante las semanas de Adviento y Cuaresma, en las vigilias y en las misas votivas.

Los Últimos Evangelios también fueron eliminados en la reforma, con la excepción de la tercera Misa de Navidad (cuando el Evangelio de la misa se toma de Juan 1) y en las misas bajo el Domingo de Ramos.

Esto ocurre cuando una conmemoración se hace en la misa de otra fiesta (o feria o vigilia o el domingo) de un alto rango, cuyo Evangelio se lee al final de la misa, en lugar del habitual último Evangelio (Juan 1: in principio ).

La forma de las fiestas de clasificación también se modificó ligeramente. La reforma de 1955 suprimió el rango conocido como el Rito Semi Doble, dejando sólo Dobles y Simples. Prevaleciendo casi siempte el Domingo, cayendo en la monotonía.

Todas las fiestas semidobles se convirtieron en simples, y todos los domingos semidobles se hicieron dobles. Fiestas clasificados como simples antes de 1955 fueron reducidos a conmemoraciones; Sin embargo, en ferias en el que la conmemoración de un santo, antes de rango simple, al celebrante se permitió decir la misa del santo conmemorado en su totalidad como una misa festiva, mientras que dice la de la feria como conmemoración.

En las misas por los muertos que no eran misas fúnebres, la secuencia Dies Irae ya no estaba obligada a decirse antes de el Evangelio; el día de los difuntos , en la que era costumbre que los sacerdotes dijeran tres misas separadas, se requirió que los sacerdotes dijeran el Dies Irae nada más que en primera misa del día.

Las lecturas de Las Témporas no son obligatorias.

Mayores limitaciones se colocaron en el uso de prefacios. La práctica de decir el prefacio de la Trinidad los domingos fuera de Navidad, Cuaresma, Pasión, y Pascua se retuvo; Sin embargo, los prefacios de las misas no dominicales no se limitan al prefacio Común, prefacios de temporada, o prefacios adecuado para fiestas específicas. En la práctica, este cambio de rúbricas elimimaba las prácticas tradicionales tales como el uso del Prefacio de la Natividad en las misas de Corpus Christi y de la transfiguración.

El Benedicamus Domino”, se elimina y siempre se dice ” Ite Missa est “ antes se decía Benedicamus Domino los domingos y durante las semanas de Adviento y Cuaresma, en las vigilias y en las misas votivas.

Por ahora, es suficiente decir que la Reforma del breviario tendía a abreviar el Oficio Divino y a disminuir el culto de los Santos: todas las fiestas de rito semidoble se volvieron simples y las simples en memorias, en Cuaresma y Pasión la elección entre el oficio de un Santo y el de la feria se volvía libre, se disminuyó el número de vigilias y octavas, reduciéndolas a tres. Suprimidos los “Pater, Ave et Credo” a recitar antes de las horas litúrgicas, la antífona final de la Santísima Virgen también fue suprimida (salvo la de Completas), igualmente el símbolo de San Atanasio (fuera de una vez al año).

En su libro La simplificación de las rúbricas , explicando los cambios, monseñor Annibale Bugnini , comentó:

«El presente decreto tiene un carácter contingente. Es esencialmente un puente entre el viejo y el nuevo, y si se quiere, una flecha que indica la dirección tomada por la restauración actual «.

DOMINGO DE RAMOS.

Ordo Hebdomadae Sanctae de 1955 a 1956.

(en lo sucesivo: OHS 1956): la innovación de utilizar el color rojo para la procesión de las palmas pero violeta para la misa

Comentario: En los archivos de la Comisión leemos: “Una cosa que tal vez se podría hacer… el color rojo podría ser restaurado como se utilizó en la Edad Media para esta solemne procesión. El color rojo recuerda la púrpura real”. Un poco más adelante: “De esta manera, la procesión se distingue como algo sui generis”. Uno no desea negar que el rojo podría significar la púrpura real, a pesar de que la afirmación de que esta era la práctica medieval queda por demostrar; pero es una forma peculiar de proceder, esta búsqueda de cosas que son sui generis [sic], y luego la decisión de que el rojo debe tener un simbolismo positivamente determinado el Domingo de Ramos, a pesar de que el rojo en el rito romano es el color de los Mártires o del Espíritu Santo. En el rito ambrosiano se utiliza en este domingo para simbolizar la sangre de la Pasión y no el estado de realeza. En el rito de París, se utilizó el color negro para ambas ceremonias [procesión y misa -. trad]. En algunas diócesis se previó que un color sería utilizado para la procesión y otro para la misa, una práctica prestada tal vez de la fiesta de la Purificación de la Virgen, y que no tiene mucho sentido cuando se aplica al Domingode Ramos, como refiere León Gromier.

Esta innovación debe atribuirse, no a una práctica documentada, sino a una idea improvisada de un “profesor de Teología Pastoral en un seminario en Suiza”.

En el missale romanum de 1952 (en lo sucesivo: MR 1952): existe el uso invariable de violeta, tanto para la procesión como para la misa.

(OHS 1956): Supresión de las casullas plegadas y, en consecuencia, la “amplia estola” o largo.

Comentario: Esto afecta a una de las costumbres más antiguas, que había sobrevivido desde la más remota antigüedad hasta entonces y que expresaba el carácter antiguo de la Semana Santa, que nadie se había atrevido a alterar debido tanto a la veneración con la que se consideraba como al carácter extraordinario de estos ritos y de la tristeza extraordinaria de la Iglesia durante los días de Semana Santa.

(RM 1952): El uso de casullas plegadas y la amplia estola durante el canto del Evangelio llevada por el diácono.

(OHS 1956): la novedad de bendecir las palmas de frente a los fieles, dando la espalda al altar, y en ciertos casos, volviéndose hacia el Santísimo Sacramento.

Comentario: En aras de la participación de los fieles, se introduce la idea de las acciones litúrgicas realizadas de cara al pueblo, pero dando la espalda a Dios: “Influyente [en la reforma] era la visibilidad de gestos particulares en la celebración, distante al altar y realizada por los ministros sagrados, mientras estaban frente a la gente”. Se inventó una bendición que se realizaba sobre una mesa que se situó entre el altar y la baranda del altar, mientras que los ministros estaban de frente a las personas. Fue introducido un nuevo concepto del espacio litúrgico y de la orientación durante la oración.

(RM 1952): Las ramas de palma son bendecidas en el altar, en el “cuerno” del lado de la Epístola después de una lectura, un gradual, un Evangelio, y sobre todo un prefacio con una “Sanctus” que introduce la oración de bendición. Este es el muy antiguo rito de la llamada “missa sicca”.

(OHS 1956): Supresión del prefacio que habla de la autoridad de Cristo sobre los reinos y poderes de este mundo.

Comentario: Es sorprendente observar que la intención de proclamar solemnemente la realeza de Cristo se lleva a cabo mediante la supresión del prefacio que describe su realeza. Este prefacio se declara superfluo en términos muy claros, por lo que se elimina: “Teniendo en cuenta la poca coherencia de estos prefacios, su prolijidad, y, en ciertas formulaciones, su pobreza de pensamiento, su pérdida fue de poca relevancia.”

(RM 1952): El rito romano a menudo utiliza el canto de un prefacio, para ciertos grandes momentos litúrgicos -por ejemplo, la consagración de los aceites o la ordenación sacerdotal-, que es una forma particularmente solemne de suplicar a Dios; Lo mismo sucede con la bendición de las palmas, se prescribió un prefacio que hablaba de la orden divina de la creación y su subordinación a Dios del Padre, es decir, la subordinación del orden creado, que exhorta a los reyes y gobiernos se sometan debidamente a Cristo: “Tibi enim serviunt creaturae tuae quia te solum auctorem et Deum cognoscunt et omnis factura tua te collaudat, et benedicunt te Sancti tui: quia illud magnum Unigeniti tui nomen coram regibus et potestatibus hujus saeculi libera voce confitentur” [“porque tus criaturas te sirven a Ti, porque reconocen sólo en Ti su origen y su Dios, y toda tu obra te elogia juntos, y tus santos te bendecimos, porque ellos confiesan con la voz libre el gran nombre de tu unigénito ante los reyes y los poderes de este mundo”]. En unas pocas líneas elegantes, el texto de este canto revela el fundamento teológico de la obligación de los gobiernos temporales de estar al servicio de Cristo Rey.

(OHS 1956): Supresión de las oraciones sobre el significado y los beneficios de los sacramentales, y el poder que éstos tienen contra el demonio.

Comentario: La razón de esto -explica una nota de los archivos- es que estas oraciones están “repletas… con toda la ostentación de erudición típica de la época carolingia.” Los reformadores estuvieron de acuerdo sobre la antigüedad de los textos, pero no los encontraron a su gusto ya que “la relación directa entre la ceremonia y la vida cristiana diaria era muy débil, o más bien [entre la ceremonia y] el significado pastoral-litúrgico de la procesión en homenaje a Cristo Rey”. No es evidente a nadie cómo existe una falta de conexión a la “vida cuotidiana” de los fieles o para el homenaje a Cristo Rey en toda su “significación pastoral-litúrgica”. Claramente, el plan único en su tipo de retórica hoy parece anticuado, pero en ese momento tenía un cierto prestigio. A pesar de que desea una “participación consciente en la procesión, con relevancia para la vida concreta cristiana de cada día” que se basó en argumentos que no eran ni teológicos ni litúrgicos. La “vida concreta cristiana de todos los días” de los fieles es entonces desdeñada indirectamente unas líneas más adelante: “Estas costumbres piadosas [de las palmas benditas], aunque teológicamente justificada, puede degenerar (como de hecho han degenerado) en la superstición”. Además del tono mal disimulado del racionalismo, hay que señalar que las oraciones antiguas se sustituyen deliberadamente con nuevas composiciones, que, según las propias palabras de sus autores, son “sustancialmente una nueva creación”. Las antiguas oraciones no eran agradables porque expresan muy claramente la eficacia de los sacramentales, y se decidió crear nuevas oraciones.

Comentario: Reconocemos que el significado litúrgico de esta innovación se nos escapa por completo; el cambio parece ser una “parodia” litúrgica que nace de la prisa de los autores en lugar de algo relacionado con el simbolismo místico.

(RM 1952): La cruz del altar está con velo como también la cruz procesional, a la cual se ata una palma bendita, una señal una vez más en este día de la gloriosa Cruz y la Pasión victoriosa.

(OHS 1956): Eliminación de la cruz golpeando las puertas cerradas de la iglesia.

Comentario: Este rito simboliza la resistencia inicial del pueblo judío y la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, pero también el triunfo de la cruz de Cristo, que abre las puertas del cielo al igual que es la causa de nuestra resurrección: ” hebraeorum pueri resurrectionem vitae pronuntiantes” [“los hijos de los hebreos declarando la resurrección a la vida”].

(RM 1952): La procesión regresa a las puertas de la iglesia, que están cerradas. Un diálogo cantado entre un coro de cantores fuera, alternando con otro dentro de la iglesia, precede a la apertura de las puertas de la iglesia, que tiene lugar después de que el pie de la cruz procesional golpea en contra de ellos.

(OHS 1956): Creación de una oración para ser recitada al concluir la procesión, en el centro del altar, la cual se recita toda de cara al pueblo (“versus populum”).

Comentario: Nadie puede decidir dónde se va a colocar el misal o quién debe sostenerlo mientras esté en el paso, ya que en la prisa por la reforma, nadie ha tomado nota de esta laguna, la cual requiere una rúbrica adicional –esto es, rúbrica ” 22a” o “22-bis”- que es más confusa que la que le precede. Su inserción, en efecto, “arruina” las ceremonias precedentes gracias a su naturaleza arbitraria: “En este punto, es decir, para dar a la procesión una terminación precisa, decidimos proponer un Oremus particular, [oración]”.

El padre Braga asimismo admitió abiertamente, cincuenta años más tarde, que la creación de esta oración no era una elección feliz: “El elemento que está fuera de lugar en el nuevo Ordo [de la Semana Santa] es la oración de conclusión de la procesión, que interrumpe la unidad de la celebración”. los cambios “experimentales”, motivados por un deseo de innovaciones, han puesto de manifiesto con el tiempo su deficiencia.

(RM 1952): La procesión termina como de costumbre, y luego comienza la misa, como siempre, con las oraciones al pie del altar.

(OHS 1956): La distinción entre la “Pasión” y el Evangelio se elimina. Además, se suprime la última frase de la Pasión (muy probablemente debido a un error de publicación, ya que otra explicación parece poco convincente).

Comentario: La Pasión siempre había estado marcada por un estilo narrativo; se dividía en tres voces y era seguida por el Evangelio, que se caracterizaba por el hecho de que era cantada por un solo diácono en un tono diferente, y era acompañada por el uso del incienso (pero no antorchas). La reforma confunde estos dos aspectos. La Pasión y el Evangelio se funden en un solo canto, mientras que la edición prostituida ajusta versos al principio y al final [del pasaje]. Al final, en consecuencia, la misa, así como el diácono, se ven privados del Evangelio propiamente dicho, que es, en efecto, suprimido.

(RM 1952): El canto de la Pasión es distinto al del Evangelio, que termina en el verso 66 de Mateo, cap. 26. (46) 10.

(OHS 1956): Eliminación del pasaje del Evangelio que conecta la institución de la Eucaristía con la Pasión de Cristo (Mateo 26: 1-36).

Comentario: Llegamos ahora a un paso que nos parece el más desconcertante, sobre todo porque parece, por lo que los archivos revelan, que la Comisión había decidido no cambiar nada en lo que se refiere a la Pasión, ya que era de los de más antiguo origen. Sin embargo, no sabemos ni cómo ni por qué quedó extinguida la narración de la Última Cena. Es difícil de creer que por motivos simples de ahorro de tiempo, se tacharan treinta versos del Evangelio, especialmente teniendo en cuenta la relevancia del pasaje en cuestión. Hasta entonces, la tradición deseaba que la narración de la Pasión en los sinópticos siempre incluyera la institución de la Eucaristía, que, en virtud de la separación sacramental del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es el heraldo de la Pasión. La reforma, de un solo golpe dirigido a un pasaje fundamental de la Sagrada Escritura, oscureció la relación vital de la última cena, el sacrificio del Viernes Santo y la Eucaristía. El pasaje sobre la institución de la Eucaristía fue eliminado también del Martes Santo y Miércoles Santo, con el resultado sorprendente de que no se encuentra en ninguna parte en ¡todo el ciclo litúrgico!

Este fue el resultado de un clima de cambio precipitado, que interrumpió tradiciones centenarias pero fue incapaz de considerar la totalidad de la Escritura leída durante el año.

(RM 1952): La Pasión es precedida por la lectura de la institución de la Eucaristía, lo que indica la conexión íntima, esencial, teológica entre los dos pasajes.

Pio XII es el primer Papa que reforma el Ordo Missae como veremos y es más dicha reforma es idéntica a la efectuada por «Pablo VI» en la Misa normativa de 1963, que entraría en vigor en 1965. Si «Pablo VI» quien instauró el Novus Ordo «Missae», no tuvo ningún impedimentos en continuar con las emprendidas por Pio XII, es señal de que tales reformas eran propicias y se adecuaban a lo que pretendían e hicieron, «Juan XXIII» y «Pablo VI» que no era otra cosa que destruir el Rito Romano, codificado por San Pio V a perpetuidad en e instaurar un rito bastardo e invalido como es el Novus Ordo Missae de «Pablo VI» es por esta razón por la cual, aplicando la epiqueya, las reformas de Pio XII en materia litúrgica no pueden ser aceptadas, excepto la del Pontifical Romano de 1948, donde se define claramente la materia del Sacramento del Orden, que no es otra que la imposición de las manos y la Oración Sacramental fijada, descartando que la entrega de las insignias formara parte de la materia del Sacramento, tesis sostenida por los Tomistas.

El nuevo rito de Semana Santa, al insertarse como un cuerpo extraño en el resto del Misal todavía tradicional, obedecía a los principios que reencontramos como hemos dicho «ut supra» en las reformas de Pablo VI de 1965. El mismo Pablo VI, en su Constitución Missale Romanum de 1968, dirá:

Desde que comenzó a afirmarse y a extenderse en el pueblo cristiano el movimiento litúrgico, que —como afirmaba Nuestro Predecesor Pío XII, de venerada memoria— debe ser considerado como un signo de las disposiciones providenciales de Dios sobre nuestra época y como un paso saludable del Espíritu Santo por la Iglesia, se percibió claramente que los textos del Misal Romano necesitaban ser revisados y enriquecidos. El mismo Predecesor Nuestro, Pío XII, inició esta obra de revisión con la restauración del Ordo Missae de la Vigilia pascual y de la Semana Santa, que constituyeron el primer paso de la adaptación del Misal Romano a las exigencias de la mentalidad contemporánea [Nota del original: Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Decreto Dominica Resurrectionis, del 9 de febr. de 1951: A.A.S. 43 (1951), pp. 128 ss.; Decreto general Maxima redemptionis nostræ mysteria, del 16 de nov. de 1955: A.A.S. 47 (1955), pp. 838 ss.].

Citemos algunos ejemplos de esas exigencias de la mentalidad contemporánea:

— «Pablo VI» suprimirá el Salmo “Judica me” con las oraciones al pie del altar; Pio XII ya lo hace en 1955 ya lo había anticipado.

— «Pablo VI» suprimirá en 1965 el último evangelio; en 1955 ya es suprimido de la Semana Santa y otras celebraciones.

— «Pablo VI» (siguiendo a Lutero) querrá la celebración de la Misa “cara al pueblo”; el Novus Ordo de Semana Santa comienza con la introducción de tal uso tanto como es posible, especialmente el Domingo de Ramos.

— «Pablo VI» quiere ver la disminución del papel del sacerdote, reemplazado de una punta a la otra por los ministros; ya en 1955 el celebrante no lee más las lecturas, epístolas y Evangelios (Pasión), que son cantados por los ministros y va a sentarse o permanece de pie en un rincón.

— «Pablo VI», bajo pretexto de restaurar el antiguo rito romano, suprime de la Misa todos los elementos de la liturgia “galicana” (anterior a Carlomagno), siguiendo el desgraciado “arqueologismo” condenado por Pío XII. Así desapareció el ofertorio (con gran alegría de los protestantes), reemplazado por un rito talmúdico que nada tiene que ver con el antiguo rito romano. Según el mismo principio, el nuevo rito de Semana Santa suprime todas las oraciones de bendición de los ramos (salvo una), la epístola, el ofertorio y el prefacio que la preceden; así como el Viernes Santo, la misa de presantificados.

— «Pablo VI» suprime el Orden Sagrado del Subdiaconado; el nuevo rito de Semana Santa presenta a un Subdiácono cada vez más inútil, ya que lo reemplaza por el Diácono (al “levate” de las Oraciones del Viernes Santo) o por el coro y el celebrante (en la adoración de la Cruz).

— «Pablo VI» quiso el ecumenismo. La nueva Semana Santa lo inaugura, llamando a la oración del Viernes Santo para la conversión de los herejes: “Oración por la unidad de la Iglesia”, e introduciendo la genuflexión en la oración por los judíos que la Iglesia negaba en rechazo al deicidio perpetrado el Viernes Santo.

— Los simbolismos medievales son suprimidos (la apertura de la puerta de la iglesia con la Cruz procesional al canto del “Gloria Laus”, por ejemplo. Este rito simboliza la resistencia del pueblo judío, la entrada de Jesús en Jerusalén y la Cruz triunfal que abre las puertas del Cielo); la lengua vernácula es introducida (promesas del Bautismo); el “Pater Noster” recitado por todos (Viernes Santo); las oraciones por el Imperio reemplazadas por otras por los que gobiernan la “cosa pública”, de sabor muy moderno (ver la proposición XXXIII del conciliábulo de Pistoya).

— La Pasión sufre gravísimas censuras: desaparece hasta la Última Cena, en la que Jesús, ya traicionado, celebró por primera vez en la historia el Sacrificio de la Misa. Como consecuencia, el relato de la institución de la Eucaristía resulta ausente de todo el ciclo litúrgico; es decir, ni una sola vez es mencionada en todo el Misal.

— El Viernes Santo se administra la comunión, contrariamente a la tradición de la Iglesia (ver Decreto “Sacra Tridentina Synodus”, de 1905, de San Pío X).

— El Sábado Santo, ocho lecturas, de doce, son suprimidas.

— En el Breviario se suprime el tan conmovedor “Miserere”, repetido en todas las horas.

— Además, todas las rúbricas del nuevo rito de 1955 insisten continuamente en la “participación” de los fieles, por una parte, mientras que, por la otra, señalan como abusos muchas devociones populares (tan caras a los fieles) que acompañan la Semana Santa (vet LXIV del conciliábulo de Pistoya).

Aunque sintético, este examen de la reforma de la Semana Santa permite darse cuenta de la manera en que los “expertos” que fabricaron 14 años después la Nueva “Misa” hubieron de utilizar la Semana Santa para realizar en ella sus experimentos litúrgicos, que más tarde iban a aplicar a toda la liturgia. Lo menos que se puede decir sobre estas reformas es que fueron inoportunas, y que constituyeron etapas de la realización de un complot mucho más amplio, urdido para la destrucción de la Iglesia, a través de la ruina de su Liturgia. Pío XII aprobó reformas en la liturgia que, si bien no atacan directamente a la doctrina, sin embargo tienen una gran importancia en la estrategia de los neoliturgistas: saben que sus deseos sólo podrán realizarse después de la muerte de Pío XII; pero que esto será más fácil, si los fieles ya están acostumbrados a los cambios; además, podrán afirmar que se trata de la continuación de la obra de Pío XII.

Analicemos ahora detenidamente la reforma de la Semana Santa realizada por Pio XII, comparándola con la inmemorial y tradicional Semana Santa anterior a 1951.

LUNES SANTO.

(OHS 1956): La oración “Contra persecutores Ecclesiae” [contra los perseguidores de la Iglesia] está prohibida, así como la oración por el Papa.

Comentario: Este movimiento induce a la eliminación de todas las referencias al hecho de que la Iglesia tiene enemigos. La “razón” de los reformadores deseaba esconder, con eufemismos y la supresión de pasajes enteros, la realidad de la persecución de la Iglesia a manos de enemigos, tanto terrestres como infernales, que luchan contra la Iglesia con violencia y la insinuación de herejía entre los fieles. (Así se lee en la oración suprimida). Esta misma actitud conciliadora se encuentra de nuevo en el Viernes Santo, como el P. Braga admite francamente.

En el mismo contexto, se decreta la supresión simultánea de la oración por el Papa; y así comienza la práctica de reducir la presencia del nombre del romano Pontífice en la liturgia.

(RM 1952): Se recitan la oración “contra los perseguidores de la Iglesia” y la oración por el Papa.

MARTES SANTO.

(OHS 1956): Supresión de Marcos 14:1-31, lo que acorta la Pasión según San Marcos.

Comentario: Esta es la segunda perturbadora eliminación del pasaje del Evangelio sobre la institución de la Santa Eucaristía como estaba puesta en relación con el sacrificio de la Pasión. La supresión de aproximadamente treinta versos no parece haber sido únicamente por razones de tiempo, teniendo en cuenta, una vez más, la importancia de estos versos.

(MR 1952): Marcos 14:1-31, la Última Cena y la institución de la Eucaristía, comienza con la lectura de la Pasión.

MIÉRCOLES SANTO.

(OHS 1956): La supresión de Lucas 22:1-39, lo que acorta la Pasión según San Lucas.

Comentario: Esta es la tercera vez que uno es sorprendido por la eliminación del pasaje del Evangelio sobre la institución de la Eucaristía en su conexión natural con el sacrificio de la Cruz. En este caso, como en el anterior, es difícil de creer que por simples motivos de ahorro de tiempo se eliminaron estos treinta versos importantes.

(MR 1952): El relato de la Pasión es precedida por la institución de la santa Eucaristía con la que se relaciona por su naturaleza.

JUEVES SANTO.

(OHS 1956): Introducción de la estola como parte del vestido del coro de sacerdotes.

Comentario: Este es el comienzo del mito de la concelebración del Jueves Santo. El más audaz entre los reformadores deseaba introducirlo junto con esta reforma, pero la resistencia -especialmente de los miembros de la Comisión como el cardenal Cicognani y Mons . Dante- bloquearon esta novedad. El padre Braga escribe: “En cuanto a la “participación” de los sacerdotes, la concelebración sacramental no parece posible (el modo de pensar, incluso de algunos miembros de la Comisión, aún no estaba preparado para ello)”. En efecto, había una sensación muy hostil contra la concelebración el Jueves Santo, ya que no era tradicional: “la concelebración, ya sea sacramental o puramente ceremonial, debía ser excluida” para introducir la idea de la concelebración, sus defensores tuvieron que contentarse con la creación de la práctica de tener a todos los sacerdotes presentes con una estola, no en el momento de la comunión solamente, pero a partir del comienzo de la misa.

(MR 1952): Los sacerdotes y diáconos llevan el hábito coral habitual, sin la estola, y se ponen la estola en el momento de la comunión únicamente, como es la costumbre habitual.

(OHS 1956): Se introduce la práctica de dar la comunión sólo con aquellas hostias consagradas en este día

Comentario: Es incomprensible porque los presentes no puedan comulgar con las hostias ya consagradas anteriormente. La práctica romana de la “Fermentum” -que históricamente documenta -era comulgar, en general, de una partícula de la Eucaristía del domingo anterior, para mostrar la comunión de la Iglesia a través del tiempo y el espacio, dentro de la realidad del Cuerpo de Cristo. Esta presencia, siendo “real y sustancial”, continúa cuando la asamblea departe y, al mismo tiempo, con mayor coherencia lógica, precede la reunión de la asamblea. Con esta [nueva] rúbrica, se introduce la idea de la presencia real siendo atada al día de la celebración, así como la idea de que uno está obligado a comulgar de hostias consagradas en el mismo día. Es tanto como decir que esas hostias son de alguna manera diferentes a las anteriormente consagradas. Hay que señalar que esta obligación no se refiere únicamente al simbolismo de que el tabernáculo está vacío antes de la misa del Jueves Santo – lo cual, a lo sumo, podría haber tenido algún significado, no obstante una innovación – ya que el texto afirma que los que reciben la comunión deben recibir sólo hostias consagradas en este día. La teología subyacente no parece muy sólida, mientras que el simbolismo es discutible.

(MR 1952): No hay ninguna mención de esta práctica de dar la comunión con hostias consagradas el Jueves Santo.

(OHS 1956): El lavatorio de los pies ya no se encuentra al final de la misa, sino en medio de la misa.

Comentario: La reforma apelaba a la restauración de la “veritas horarum” [es decir, el cumplimiento de los “verdaderos tiempos” de los servicios], un argumento usado dentro y fuera de temporada, como un caballo de batalla verdadera. En este caso, sin embargo, la secuencia cronológica dada en el Evangelio se abandona. Ríos de tinta fluyeron con el fin de convencer a otros de que el escándalo de un “horarium” que no estaba en completo acuerdo con el de los Evangelios, pero en este caso no sólo se anticipó un rito, o se pospuso, por razones prácticas, sino que el orden cronológico de la narrativa del Evangelio se invirtió en una sola ceremonia. San Juan escribe que el Señor lavó los pies a los Apóstoles después de la cena: “et cena facta” [“habiendo terminado la cena”] (Juan 13:2). Se escapa a la comprensión el por qué los reformadores, por cualquier motivo oscuro, eligieron arbitrariamente, poner el lavatorio de los pies directamente en medio de la misa. Mientras la misa se celebra, en consecuencia, a algunos de los laicos se les permite entrar en el santuario y quitarse los zapatos y los calcetines. Al parecer había un deseo de volver a pensar en lo sagrado del santuario y la prohibición a los laicos de entrar durante los oficios divinos. El lavatorio de los pies, por lo tanto, se empalma en el ofertorio, un abuso, ya que la celebración de la misa se interrumpe con otros ritos, una práctica basada en la dudosa distinción de la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía.

(MR 1952): El rito conocido como el Mandatum, o lavatorio de los pies, se lleva a cabo después de la misa y no en el santuario, después de desnudar los altares y sin interrumpir la misa o permitir a los laicos entrar en el santuario durante el servicio, y con todo respeto a la secuencia cronológica dada en el Evangelio.

(OHS 1956): La omisión del Confíteor recitada por el diácono antes de la santa comunión.

Comentario: La tercera, el despreciado Confíteor se suprime, sin el reconocimiento del hecho de que la confesión hecha por el diácono, o el servidor, aunque tomado del rito de comunión extra missam [fuera de la misa], es una confesión de la falta de mérito de los comulgantes para recibir las sagradas especies. No es una “duplicación” de la confesión hecha por el sacerdote y los ministros al comienzo de la misa, ya que en ese momento simplemente han recitado su propia indignidad para acercarse al altar y celebrar los sagrados misterios.

(MR 1952): El Confíteor se canta antes de la comunión.

(OHS 1956): Al final de la misa, mientras se desnudan los altares, se tiene el mandato de que incluso la cruz y los candelabros se remuevan.

Comentario: Se decidió que todo debe ser quitado del altar, hasta la cruz. Las rúbricas del reformado Jueves Santo no explican sin embargo, qué hacer con la cruz del altar, pero uno se entera de esto por accidente, por así decirlo, por las rúbricas del día siguiente. En efecto, en las rúbricas de Viernes Santo se habla de un altar sin cruz, que se puede deducir del hecho de que fue quitada durante la extracción de los altares, o tal vez de una manera más privada durante la noche. (Este y otros problemas surgen cuando uno cambia una liturgia que se ha beneficiado de capas de tradición y que es casi intolerante con alteraciones precipitadas). Tal vez, sobre la base de un cierto arqueologismo litúrgico, los reformadores deseaban preparar a las almas para el espectáculo de una mesa vacía en el centro del santuario, algo que hace poco sentido teológicamente.

(MR 1952): La cruz permanece en el altar, velada y acompañada por los candelabros, entronizada allí a la espera de ser desvelada al día siguiente.

VIERNES SANTO.

– [ OHS en 1956 ]: se inventa el término “Oficio Litúrgico Solemne”, que sustituye al concepto muy antiguo de la “Misa de los Presantificados” o la de “ Feria Sexta en Parasceve ”. El nombre “Presantificados” destaca el hecho de que la consagración de las Sagradas Especies tuvo lugar en una Misa anterior, que es uno de los más importantes y los más antiguos del rito del día.

Pero esta noción de “Presantificados” es vista con antipatía por la Comisión, que decide el nombre de la reforma, y ​​con ella la estructura del rito: es “reducir las ampliaciones estructurales de la Edad Media, tan poco consistente con la llamada “Misa de los Presantificados”, según ellos. El nombre “en Parasceve “ tiene reminiscencias hebrea y denota aún la mayor antigüedad.

[ MR 1952 ]: El Oficio del Viernes Santo es llamado “ Missa Praesanctificatorum ”o” Feria Sexta en Parasceve ” .

– [ OHS en 1956 ]: En el altar está la cruz velada. La imagen de la cruz, y en especial la del altar fue velada el primer domingo de Pasión, y se mantuvo en su posición natural, es decir, en el centro del altar, de modo que es posible que se dé a conocer solemne y públicamente el viernes, el día del triunfo de la pasión redentora. Los autores de la reforma no parece que les gusta la curz en el altar, y por lo tanto deciden almacenarla en la sacristía en la tarde del Jueves Santo, de manera, no formal, con las bandejas para llevar los manteles del altar– o del mismo modo, como hemos visto, durante la noche, de una manera que ni siquiera menciona las nuevas rúbricas.

Por lo tanto, el día más importante de su celebración, la cruz desapareció del altar. Y desaparece al mismo tiempo el sentido mismo de su presentación pública, que se produjo después de que había sido velada por casi una quincena, en el altar ahora, la cruz regresa de una muy antiliturgica la sacristía, como si alguien la hubiera escondido durante la noche en un gabinete.

[ MR 1952 ]: La cruz del altar permanece velada en su lugar en el altar desnudo, sólo con candelabros .

– [ OHS en 1956 : el canto del Evangelio ya no se distingue al del canto de la Pasión. Todo, el tono de la pasión, ahora toma un más narrativo nombre“ historia de la Pasión.”La razón de este cambio no está clara, ya que la Comisión parecía estar en contra de este cambio en el caso análogo del Domingo de Ramos. La intención puede ser la eliminación, como es el caso en otras partes, de cualquier signo que se refiera a la misa, como es la lectura del Evangelio – y así justificar la eliminación del nombre de la “Misa de Presantificados “.

[ MR 1952 ] El Evangelio se canta de una manera distinta en la Pasión, pero en este día de luto, sin velas ni incienso.

[ OHS en 1956 ]: los manteles del altar ya no están en su lugar en el comienzo de la ceremonia, pero se instalan allí sólo para la segunda parte. El sacerdote ya no lleva la casulla negro desde el principio, sólo lleva el alba y la estola. El hecho de que el sacerdote debe tener la misma casulla de la Misa en el sentido estricto refleja la gran antigüedad de estas ceremonias, como miembros de la Comisión lo reconocen. De hecho, sostienen, en primer lugar, que las ceremonias del Viernes Santo consistieron en “elementos que se mantuvieron intactos [desde la antigüedad]“, pero luego quieren introducir un cambio que separa la liturgia eucarística “de la primera parte de la liturgia, la liturgia de la Palabra” . Esta distinción en ese momento, en palabras del P. Bea, por el hecho de que el celebrante al comienzo de la ceremonia lleva sólo la estola, “para la Liturgia de la Palabra “.

[ MR 1952 ] El sacerdote lleva una casulla negra, llega al pie del altar y postrándose, mientras los acólitos despliegan una hoja de los manteles sobre el altar desnudo.

El tema de la nueva oración por los Judios: es un tema secundario para un estudio sobre la Semana Santa. Se debe abordar en un estudio que debe destacar el malentendido filológica en relación con la mala interpretación de la palabra latina “ perfidi – perfidia“ .

– [OHS en 1956]: Para la séptima oración se inventó el título de “ Pro unitate Ecclesiae ”. La ambigüedad de la frase introduce la idea de una Iglesia en busca de su propia unidad social, la unidad será la propietaria de ella todavía. De acuerdo con la doctrina católica tradicional y solemnemente definida, a la Iglesia le falta unidad social en su estado terrenal, ya que una unidad de este tipo es aún una propiedad esencial de la verdadera Iglesia de Cristo. La unidad, por tanto, no es una característica que tiene que ser tratada en el diálogo ecuménico, ya que por el contrario está metafísicamente ya presente en la Iglesia. De hecho, las palabras “ut unum sint“ es una oración eficaz del Señor nuestro. Los que están fuera de la Iglesia deben volver a su regreso. El objetivo de los reformadores fue en realidad nos enseña el P. Bea, eliminar algunas de las oraciones y palabras engorrosas que hablaban de almas engañadas por el diablo y los presos de la maldad de la herejía y “pravitate haeretica.” En la misma lógica, hemos querido eliminar la conclusión que quería un retorno a la unidad de los cristianos a su Iglesia: “resipiscant corda errantium y ad veritatis tuae redeant Unitatem.”

Sin embargo, no fue posible reformar el texto de la oración, porque en ese momento, todavía se lamenta P. Bea “, la unidad fue diseñada en términos de ecumenismo pre-conciliar”. Se contentó sólo con reformar el título. En otras palabras, en 1956, la unidad de la Iglesia estaba aún concebida como existente y se pidió eliminarla. En la Comisión, no había, por tanto, quien se opusiera a la obra de la erosión doctrinal, pero sin poder oponerse a la creación de un híbrido teológica, como lo es la opción de mantener el texto tradicional, con un nuevo título. Bugnini, diez años más tarde se dará cuenta de que el anuncio de la oración por la realización futura de la unidad de la Iglesia es una herejía: lo va a mencionar en un artículo publicado en L’Osservatore Romano critica la oración “por la unidad de la Iglesia”, sin embargo, introdujo hace diez años por una Comisión a la que pertenecía y elogió las nuevas oraciones introducidas en 1965 y explica que la oración en cuestión se volvió a cambiar a su nombre original “Oración por la Unidad de los Cristianos”, ya que “La Iglesia siempre ha sido Una.” En compensación, por contra, en la oportunidad de la reforma de 1965 eliminó las palabras “herejes” y “cismáticos” en la misma oración.

(MR 1952]: El texto de la oración es la misma que en 1956. Allí rezan por los herejes y cismáticos volver a la unidad de la verdad “ ad veritatis tuae redeant Unitatem ”, sin embargo, no ve ambiguo el título de oración de 1956: “ Pro unitate Ecclesiae ”.

– [ OHS en 1956 ]: Invención de una solemne procesión de la devolución de la Cruz al centro del Altar . Esta vez, la cruz vuelve públicamente, y no a escondidas como la noche anterior. ¿Cuál es el significado de esta solemne procesión de la cruz, inventado de la nada? Parece ser un torpe intento de restaurar un ritual que se hizo en Jerusalén en el siglo 4 ª y 5 ª, y sabemos que la famosa historia de Egeria: “el culto de Jerusalén tenía que colocar la Cruz en el Gólgota. Egeria informa de que la comunidad se reunió en la mañana. Antes de que el obispo, fue entonces traído el relicario de plata que contiene las reliquias de la Cruz “. Pero la reconstitución, la arbitrariedad, la procesión de regreso a la cruz que pasa aquí en un contexto que ya no es el del calvario de los primeros siglos, es el de la liturgia romana.

[ MR 1952 ] La cruz estaba sobre el altar permaneciendo velada desde el primer domingo de Pasión.

[ OHS en 1956 ]: La importancia de la procesión eucarística se reduce. Después de la invención de la procesión de la cruz, la reforma decidió en su lugar de reducir el retorno del Santísimo Sacramento, que se convierte en un rito cuasi-privada, en una reversión inexplicable de perspectiva. El Santísimo Sacramento se trasladó solemnemente la víspera al Monumento “Altar de la Tumba” (deliberadamente utilizamos el nombre de “La tumba”, porque toda la tradición cristiana llama así, especialmente el Memoriale rituum y la Congregación de Ritos. Sin embargo, parece lógico y “litúrgico” que una solemne procesión como la de Jueves Santo, sea seguida de un retorno de igual dignidad el Viernes Santo: ¡ es ni más ni menos que el Cuerpo de Cristo! Pero los honores de corte no vuelven al Santísimo Sacramento y deciden que sea el Diácono quien traiga del Monumento a el altar, mientras que el resto aguarda en silencio sentados.

-(OHS en 1956 ]: Retiro del incienso debido a la hostia consagrada. Es difícil entender por qué los honores del Viernes Santo prestados a Dios deben ser más bajos que los de los otros días.

[ MR 1952 ]: La hostia consagrada es trasladada como de costumbre, los signos de luto son claros.

– [ OHS en 1956 ]: Introducción de Pater Noster recitado por los fieles como en el Ordo de 1963 . ”El cuidado pastoral de una participación consciente y activa de la comunidad cristiana” domin a los fieles que deben convertirse en “verdaderos actores de la celebración […] Esto es pedir a los fieles, sobre todo los que son sensibles a la nueva espiritualidad [… ] La Comisión acogió con satisfacción las aspiraciones basadas del pueblo de Dios “. Queda por demostrar que estas aspiraciones fueron de hecho efectuadas por los fieles, y no los de un grupo de liturgistas de vanguardia. En cuanto a la naturaleza de la “nueva espiritualidad” que se menciona aquí con sus “aspiraciones” legítimamente puede reclamar algo de luz sobre sus fundamentos teológicos.

[ MR 1952 ] La Oración del Señor se recita, como siempre, por el sacerdote.

– [ OHS en 1956 ]: Retiro de la oración de sacrificio en el momento del consumo del Santisimo . Es cierto que en este día no hay, en el sentido estricto de la palabra Sacrificio eucarístico con la separación de las sagradas especies. Pero el consumo de la víctima inmolada en el día anterior es parte, aunque no es esencial, al sacrificio. Ella es, en cierto sentido, la continuación sacramental, ya que el cuerpo sigue siendo consumido un cuerpo muerto y sacrificado: es por esta razón que la tradición era la mención del sacrificio en las oraciones relacionadas con el consumo de la Sagrada Hostia. Sin embargo, algunos miembros de la Comisión declaran que después de tantos años de tradición, que ya era hora de corregir los errores que luego argumentaron que expresiones como “meum ac Vestrum sacrificium “están” totalmente fuera de lugar en esta ocasión, ya que ‘ no es un sacrificio, sólo una comunión “. Se decidió abolir las centenarias oraciones.

[ MR 1952 ]: En la celebración “mantiene el Orate, fratres, ut meum ac Vestrum sacrificium … ”, pero teniendo en cuenta el contexto particular, no es seguido por la respuesta habitua​​.

– [ OHS en 1956 ]: La eliminación de la parte de la fracción de la hostia consagrada en el cáliz con vino. La particula de una parte de la hostia consagrada en el vino no consagrado (habitual en la práctica de rito bizantino), obviamente no consagra el vino, y nunca se pensó. Sin embargo, esta unión manifesta simbólicamente, en realidad, la unidad del Cuerpo místico en la vida eterna, la causa final de toda la obra de la redención que se celebra este día santo. La “Memoria” se conserva en los archivos de la Comisión que sostiene que esta parte del rito debe ser eliminado por completo, ya que “en la alta Edad Media, la creencia de que la única injerencia del pan consagrado en el vino habría sido suficiente para consagrar el vino en sí, lo que llevó a la introducción de este rito. Los estudios sobre la Eucaristía han sido extensa, nos dimos cuenta del carácter infundado de tales creencias, pero se mantuvo el rito “. Tal declaración es indignante, debido a la falta de base histórica y el método científico, pero también tiene consecuencias teológicas serias. Por encima de todo, se deberá demostrar históricamente que este Rito es medieval Algunos teólogos han sostenido teorías erróneas, pero esto no prueba que la Iglesia Romana haya dejado hasta el punto la inserción de una falsa doctrina en la liturgia, con la intención teológica precisa. Aquí se llega a decir que la Iglesia Romana, al darse cuenta de la gravedad del error, no quería corregir hasta ahora: pero puede estar equivocado acerca de un hecho dogmático (como es la liturgia universal), y que desde hace varios siglos. Puede ser solicitada por una autoridad para la obra de reforma iniciado, el trabajo que se adjunta a corregir cualquier error que generaciones enteras de papas no habían visto, pero la atenta mirada de la Comisión en última instancia, desenmascaró. Tal actitud se puede ver hoy en día, todas ellas empapadas de un pseudo-racionalismo periodística en boga en los años cincuenta. Se basaba demasiado a menudo en los estudios científicos no pavimentadas y algunas en su nombre para destruir lo que es fácilmente designado como “tradiciones medievales” e introducir en su lugar “desarrollos” útiles.

[ MR 1952 ]: Se suprimen las oraciones por el consumo del sanguis.

( OHS en 1956): Se distribuye por primera vez en la historia de la Liturgia, con las hostias consagradas el Jueves Santo, la Sagrada Comunión a los fieles.

– [ OHS en 1956 ]: El desplazamiento de los horarios tradicionales, que se han hecho en armonía con los usos populares, con el tiempo crea problemas significativos pastorales y litúrgicas. Se desarrollaron las prácticas devocionales populares en el pasado en consonancia con la liturgia. Un ejemplo entre muchos: en muchos lugares, todavía se exhibe desde el mediodía un gran crucifijo, y se predicaba durante las tres horas de agonía de Nuestro Señor (desde el mediodía hasta las 15h). Pero debido al cambio de horario, nos encontramos ante lo absurdo de la predicación a la escena de la Crucifixión, mientras que la cruz todavía debe ser velada, ya que el rito debe tener ahora lugar durante la tarde.

Algunas diócesis están obligados a trasladarse a la ceremonia de la “acción litúrgica” en una iglesia que no sea el lugar donde las antiguas prácticas de piedad popular se practican, para evitar la incongruencia, algo que es demasiado obvio. Hay muchos ejemplos que podrían citarse también. Todos ellos muestran que la reforma, que pretendía “pastoral” por excelencia, era de ninguna manera una ganancia para la piedad de los fieles: Nació en expertos que no tenían ningún contacto real con las parroquias, o con devoción y piedad popular, los mismos la despreciaban fácilmente. Los reformistas, sin embargo, se dieron cuenta de que fue creada durante la tarde del Viernes Santo una “litúrgica vacía”, por lo que se trató de remediar esto con “la introducción de elementos paralitúrgicos como las tres horas de agonía, los Vía Crucis, procesiones, etc . Por ello, la Comisión decidió abordar el escándalo con los peores métodos pastorales: una que desafía las prácticas populares, y sin ninguna consideración por ellos. La improcedencia de esta “pastoral”, muestra que la inculturación es un fenómeno católico largo, que es conciliar el dogma y la religiosidad popular basado en las condiciones locales, y no imponer de forma única las experiencias nacidas de la ideología de unos pocos ” expertos “.

[ MR 1952 ] No hay problemas de horario, la liturgia y la piedad se había desarrollado a través de los siglos, tras una la función liturgicas de la mañana venían las de piedad popular, tan arraigadas en España, como la visita a los Sagrados Monumentos, durante todo el Jueves Santo y parte del Viernes Santo, adoración nocturna ante el Monumento toda la noche y un largo etc.

VIGILIA PASCUAL.

(OHS 1956): Una bendición del cirio pascual se introduce usando un cirio que tiene que ser llevado por el diácono durante toda la ceremonia.

(Comentario: Cuando esta reforma entró en vigor, todos los candelabros pascuales de la cristiandad fueron inutilizados para el Sábado Santo, a pesar de que algunos se remontan a los albores del cristianismo. Con el pretexto de volver a las fuentes, muchas obras maestras litúrgicas de la antigüedad se convirtieron en piezas de museo inutilizables. El canto triple de “lumen Christi” [“La luz de Cristo”] ya no tiene una razón litúrgica de existir.

(MR 1952): El fuego nuevo y los granos de incienso son bendecidos fuera de la iglesia, pero no el cirio; el fuego se pasa a una caña, una especie de polo con tres velas en la parte superior, que se iluminan durante la procesión, sucesivamente con cada invocación de la “Lumen Christi”; por tanto, la invocación triple, una para cada vela que se enciende. Con una de estas velas se encendió el cirio pascual, que se mantuvo desde el inicio de la ceremonia en el candelabro pascual. (En muchas iglesias cristianas primitivas, la altura del candelabro requiere que el ambón sea construido a la misma altura para que se pueda alcanzar el cirio).

El fuego (la luz de la resurrección) fue traído en la caña con su triple vela (la Santísima Trinidad) al gran cirio pascual (Cristo resucitado), con el fin de simbolizar la resurrección como el trabajo de la Santísima Trinidad.

(OHS 1956): La fabricación de la colocación del cirio pascual en el centro del santuario después de una procesión con ella en una iglesia que se ilumina progresivamente en cada invocación de la “Lumen Christi” [“La luz de Cristo”]; y en cada invocación todos hacen genuflexión hacia el cirio [sic]; en la tercera invocación, las luces en toda la iglesia se encienden.

Comentario: Después de la fabricación de una procesión con el cirio, se decidió que se colocara en el centro del santuario, donde se convierte en el punto de referencia de las oraciones, como lo fue durante la procesión; se vuelve más importante que el altar y la cruz, una extraña novedad que cambia la orientación de la oración en etapas sucesivas.

(MR 1952): El cirio se mantiene apagado en su candelabro, frecuentemente (según un rubricista que he consultado, esto debe ser “siempre” PAC) en el lado del Evangelio; el diácono y subdiácono suben a él con la caña para encenderlo durante el canto del praeconium [es decir, “Exultet”]; hasta el canto del ” Exultet”, las únicas velas encendidas desde el “fuego de la resurrección” son las de la caña llamada en España maría.

(OHS 1956): Una distorsión de la simbología del “Exultet” y de su naturaleza como una bendición diaconal.

Comentario: Algunos reformadores deseaban acabar con esta ceremonia, pero el amor que siempre fue disfrutado con el canto del “Exultet” dieron lugar a que otros se opusieran a cualquier cambio en el texto: “La Comisión, sin embargo, considera oportuno preservar el texto tradicional, dado que los pasajes a ser eliminados son pocos y de poca importancia”. El resultado fue la enésima parodia de un canto tradicional casado con un rito ahora totalmente alterado. Así sucedió que uno de los momentos más significativos del ciclo litúrgico se convirtió en una pieza teatral de asombrosa incoherencia. En efecto, las acciones de que se habla durante el canto del “Exultet” ya se han realizado alrededor de media hora antes en el atrio. Para los granos de incienso se canta: “Suscipe, Pater, incensi hujus sacrificium vespertinum” [“Acepta, Padre, el sacrificio de la tarde de este incienso”], pero que se han insertado ya en el cirio por un buen tiempo. La iluminación del cirio con la luz de la resurrección se elabora con las palabras: “Sed jam columnae hujus praeconia novimus quam in honorem Dei rutilans ignis accendit” [“Pero ahora sabemos que las buenas nuevas de esta columna que el fuego parpadeante ilumina en honor de Dios”], pero el cirio ya ha sido iluminado para entonces y una buena cantidad de cera consumida. Ya no hay ninguna lógica. El simbolismo de la luz se distorsiona aún más cuando la orden de encender todas las luces -el símbolo de la resurrección- se coreaba triunfalmente: “Alitur enim liquantibus ceris, quas en substantiam pretiosae hujus lampadis apis mater eduxit” [“Porque es alimentado por la cera que fluye, que la abeja madre ha sacado a la sustancia de esta preciosa Luz”], pero es cantada en una iglesia que desde hace bastante tiempo ha sido totalmente iluminada por las velas encendidas del fuego nuevo. Este simbolismo reformado es incomprensible por la sencilla razón de que no es simbólico: las palabras que se proclaman no tienen relación con la realidad del rito. Por otra parte, el canto del anuncio de la Pascua, en unión con las acciones que lo acompañan, constituye la bendición diaconal por excelencia. Después de la reforma, el cirio es bendecido fuera de la iglesia con agua bendita, pero se deseaba retener una parte de la antigua bendición ya que tenía una gran belleza estética; por desgracia, este enfoque reduce la liturgia a teatro.

(MR 1952): El canto del “Exultet” comienza con el cirio apagado; los granos de incienso se fijan en ella cuando el canto habla del incienso; el cirio es encendido por el diácono y las luces de la iglesia se iluminan cuando el canto hace mención de estas acciones. Estas acciones, en unión con el canto, conforman la bendición.

(OHS 1956): Introducción de la práctica increíble de dividir la Letanía los Santos en dos, en medio de la cual el agua bautismal es bendita.

Comentario: Esta decisión es simplemente extravagante e incoherente. Nunca se ha oído decir que una oración impetratoria se dividiera en dos partes. La introducción de los ritos bautismales en el centro es de una incoherencia aún mayor.

(MR 1952): Una vez finalizada la bendición de la pila bautismal, las letanías se cantan antes del comienzo de la misa, donde el Sacerdote y los Ministros se postran en tierra.

(OHS 1956): Introducción a la colocación del agua bautismal en un cuenco en el centro del santuario, con el celebrante hacia los fieles, de espaldas al altar.

Comentario: Básicamente, se decidió sustituir la pila bautismal con una olla colocada en el centro del santuario. Esta elección fue dictada, una vez más, por la obsesión de que todos los ritos deben llevarse a cabo con los “ministros sagrados de cara al pueblo,” pero de espaldas a Dios; los fieles, según esta lógica, se convierten en los “verdaderos actores de la celebración… La Comisión se mostró receptiva a las aspiraciones expresadas por el pueblo de Dios… La Iglesia estaba abierta al fermento de renovación”. Estas decisiones imprudentes, fundadas en un populismo pastoral que las personas nunca solicitaron, terminaron por destruir todo el edificio sagrado, desde sus orígenes hasta la actualidad. En un tiempo, la pila bautismal estaba fuera de la iglesia o, en años sucesivos, dentro de las paredes del edificio, pero cerca de la puerta principal, ya que, según la teología católica, el bautismo es la puerta, el “Janua Sacramentorum” [“la puerta de los sacramentos”]. Es el sacramento que hace miembros de la Iglesia a los que siguen fuera. Como tal, fue simbolizado en estas costumbres litúrgicas. El catecúmeno recibe [en el bautismo] el carácter que lo hace miembro de la Iglesia; por lo tanto, debe ser recibida en la entrada, lavado en el agua del bautismo, y por lo tanto adquiere el derecho a entrar en la nave como un nuevo miembro de la Iglesia, como uno de los fieles. Sin embargo, como miembro de los fieles, entra sólo a la nave y no al santuario, en el que está el clero, que se compone de los que tienen el sacerdocio ministerial o que se mantienen en relación con ello. Se insistió en esta distinción tradicional porque el llamado sacerdocio “común” de los bautizados es distinto del sacerdocio ministerial y es distinto en esencia, no superficialmente. Son dos cosas diferentes, no grados de una sola esencia. Con los cambios obligatorios, sin embargo, no sólo los bautizados (como ya se hizo el Jueves Santo), sino incluso los no bautizados están convocados en el santuario, un lugar reservado para el clero. Uno que sigue siendo “presa del demonio” porque todavía tiene el pecado original, es tratado igual que aquel que ha recibido las órdenes sagradas y entra en el santuario a pesar de que sigue siendo un catecúmeno. El simbolismo tradicional, en consecuencia, está completamente masacrado.

(MR 1952): La bendición del agua bautismal se da en la pila bautismal, fuera de la iglesia o cerca de la entrada. Se recibe a cualquier catecúmeno en la entrada de la iglesia, se les da el bautismo, y luego se les permite entrar en la nave, pero no en el santuario, como es lógico, ni antes ni después de su bautismo.

(OHS 1956): La alteración de la simbología del canto “Sicut cervus” [“Al igual que el corazón que anhela”] del Salmo 41.

Comentario: Después de la creación de un baptisterio en el interior del santuario, uno se enfrenta con el problema de llevarse el agua bautismal a algún otro lugar. Se decidió, por lo tanto, idear una ceremonia para llevar el agua a la fuente después de haberla bendecido en frente de los fieles y especialmente después de otorgar cualquier bautismo que pueda haber. El transporte del agua del bautismo se lleva a cabo mientras se canta “Sicut cervus”, es decir, la parte del Salmo 41, que habla de la sed de los ciervos después de haber huido de la mordedura de la serpiente y que sólo puede ser apagada al beber el agua de la salvación. En cualquier caso, no se prestó suficiente atención al hecho de que la sed de los ciervos es saciada por las aguas del bautismo después de la mordedura de la serpiente infernal; porque si el bautismo ya ha sido conferido, entonces, el ciervo ya no tiene sed, ya que, en sentido figurado, ¡ya ha bebido! El simbolismo se cambia y por lo tanto se tergiversa.

(MR 1952): Al final del canto de las profecías, el celebrante va a la pila bautismal, para continuar con la bendición del agua y el otorgamiento del bautismo, según sea necesario; Mientras tanto se canta el “Sicut cervus”. El canto precede, como es lógico, al otorgamiento del bautismo.

(OHS 1956): La creación ex nihilo de la “renovación de las promesas bautismales”.

Comentario: En cierto sentido, uno procede a ciegas a la hora de diseñar creaciones pastorales que no tienen fundamento verdadero en la historia de la liturgia. Siguiendo la idea de que los sacramentos deberían ser re-avivados en la conciencia, los reformadores pensaron en la renovación de las promesas bautismales. Esto se convirtió en una especie de “examen de conciencia” en relación con el sacramento recibido en el pasado. Se observó una tendencia similar en los años veinte del siglo pasado. En una velada polémica con una disposición de san Pío X, relativa a la comunión de los niños, se introdujo la práctica singular de una “comunión solemne” o “profesión de fe”; los niños de alrededor de los trece años de edad tuvieron que “rehacer” la primera comunión, en una especie de examen de conciencia sobre el sacramento recibido ya varios años antes. Esta práctica,-aunque sin poner en tela de juicio la doctrina católica de la “ex opere operato” [“de la labor realizada”]- hizo hincapié en el elemento subjetivo del sacramento sobre el objetivo. La nueva práctica eventualmente terminó oscureciendo y eclipsando el sacramento de la confirmación. Se encontró un enfoque similar en 1969 con la introducción en el Jueves Santo de la “renovación de las promesas sacerdotales”. Con esta última práctica se introduce un vínculo entre las sagradas órdenes sacramentales y un orden sentimental, emocional, entre la eficacia del sacramento y un examen de conciencia, algo que rara vez se encuentra en la tradición. El sustrato de estas innovaciones -que no tienen fundamento ni en la Escritura o en la práctica de la Iglesia- parece ser una convicción debilitada de la eficacia de los sacramentos. Aunque no es en sí mismo una innovación claramente errónea, no obstante, parece inclinarse hacia las teorías de procedencia luterana, las cuales al tiempo que niegan que “ex opere operato” tiene un papel que desempeñar, sostiene que los ritos sacramentales sirven más para “despertar la fe” que para conferir gracia. Por otra parte es difícil entender lo que en realidad se buscaba con estas reformas, ya que de hecho fueron hechas para acortar la longitud de las celebraciones, pero se introdujeron pasajes tediosos en las ceremonias que las cargan indebidamente.

(MR 1952): La renovación de las promesas bautismales no existe, al igual que, en esta forma, nunca ha existido en la historia tradicional de la liturgia de cualquiera Este u Oeste.

(OHS 1956): Creación de una advertencia durante la renovación de las promesas, que puede ser recitada en la lengua vernácula.

Comentario: El tono de esta exhortación moralizadora revela muy bien la época en que fue compuesta (a mediados de los años cincuenta). Hoy en día ya suena pasada de moda, además de ser un complemento bastante tedioso. También existe la forma típica a-litúrgica de voltear a los fieles durante este rito, un híbrido entre homilía y ceremonia (que disfrutará de un gran éxito en los años siguientes).

(MR 1952): No existe.

(OHS 1956): Introducción del Padrenuestro recitado por todos los presentes, y posiblemente en la lengua vernácula.

Comentario: El Padre Nuestro es precedido por una exhortación que suena sentimental

. (MR 1952): No existe.

(OHS 1956): Sin ningún sentido litúrgico en absoluto, se introduce aquí la segunda parte de la letanía, roto a mitad de camino en el punto previo a la bendición del agua bautismal.

Comentario: Antes de la bendición del agua bautismal, la letanía se recita de rodillas; después, se realizan un gran número de ceremonias, junto con los movimientos en el santuario; entonces está la alegría después de la bendición del agua bautismal y los bautismos que siguen; y luego la misma oración impetratoria de la letanía se reanuda en el punto preciso en el que se rompió una media hora antes y se dejó pendiente. (Sería difícil determinar si los fieles recuerdan cuando dejaron esta oración a medio terminar). Esta innovación es incoherente e incomprensible.

(MR 1952): La letanía, recitada íntegramente y sin interrupción, se canta después de la bendición de la pila bautismal y antes de la misa postrados en tierra Sacerdote y Ministros.

(OHS 1956): Supresión de las oraciones al pie del altar, el Salmo “Judica me” (Sal 42), y el Confíteor al comienzo de la misa.

Comentario: Se decidió que la misa debe comenzar sin la recitación del Confiteor o el salmo penitencial. El Salmo 42, que recuerda la falta de mérito del sacerdote para ascender al altar, no fue apreciado, tal vez porque tiene que ser recitado al pie del altar antes de poder subir a él.

Cuando uno entiende la lógica litúrgica subyacente aquí en relación con el altar considerado como el “ara crucis” [“altar de la cruz”], un lugar sagrado y terrible, donde se hace presente la pasión redentora de Cristo, una oración que expresa la falta de mérito de cualquiera para subir esos escalones tiene sentido.

La desaparición del Salmo 42 (que en los años siguientes sería eliminado de todas las misas) parece, en cambio, ser un deseo por un ritual de preparación que tiene que ver con un altar que es simbólicamente, una mesa común en lugar de Calvario. Como consecuencia de ello, el santo temor y la sensación de falta de mérito afirmada por el salmo ya no son inculcados.

(MR 1952): La misa comienza con las oraciones al pie del altar, Salmo 42 (“Judica me, Deus”), y el Confíteor.

(OHS 1956): En el mismo decreto, todos los ritos de la Vigilia de Pentecostés se suprimen, excepto la misa.

Comentario: Esta supresión precipitada tiene todas las marcas de que se hicieron en el último momento. Pentecostés siempre tuvo una vigilia similar a la de Pascua en sus ceremonias. Sin embargo la reforma, no fue capaz de hacer frente a Pentecostés. Pero de nuevo, los reformadores no podían dejar sin tocar dos ritos que, con cincuenta días de diferencia, habrían sido, en el primer caso, una versión reformada y, en el otro, una versión tradicional. En su prisa decidieron suprimir el que no tenían tiempo para reformar; el hacha cayó en la vigilia de Pentecostés. Tal precipitación imprevisora ​​resultó en una edición rápida de los ritos de la vigilia de Pentecostés, de manera que los textos de la misa que siguieron tradicionalmente esos ritos ya no armonizaban con ellos. En consecuencia, en el rito violentamente mutilado, permanecen frases que son incongruentes con las palabras del celebrante durante el Canon.

El Canon presume que la misa es precedida por los ritos del bautismo, que sin embargo han sido suprimidos. Como resultado, gracias a esta reforma, el celebrante recita durante el especial “Hanc igitur” las palabras relacionados con el“Pro his quoque, quos regenerare dignatus es ex aqua et Spiritu Sancto, tribuens eis remissionem peccatorum”[“para estos, también, a quien te has dignado a regenerar con agua y el Espíritu Santo, concediéndoles la remisión de sus pecados”]. Sin embargo ya no hay rastro de este rito. La Comisión, en su prisa por suprimir, tal vez no se dio cuenta.

(MR 1952): La Vigilia de Pentecostés tiene ritos que son de carácter bautismal, los cuales se mencionan en el “Hanc igitur” de la misa.

CONCLUSIÓN

En conclusión, como ya se ha afirmado, los cambios no fueron limitados a las cuestiones del horarium, que legítimamente y de manera prudente podría haber sido modificado por el bien de los fieles; más bien, anularon los ritos ancestrales de la Semana Santa. Comenzando con el Domingo de Ramos, se crea un ritual de “cara al pueblo”, de manera que se da la espalda al altar y la cruz. El Jueves Santo, se permite a los laicos entrar en el santuario. El Viernes Santo, los honores rendidos al Santísimo Sacramento se reducen al igual que la veneración de la Cruz. El Sábado Santo, no sólo se deja libre la imaginación de los expertos de la reforma, sino que se derriba el simbolismo relacionado con el pecado original y el bautismo como puerta de entrada a la Iglesia. En una época que afirma que desea volver a descubrir las Escrituras, se reducen los pasajes leídos en este el más importante de los días, y se eliminan los pasajes sobre la institución de la Santa Eucaristía del Evangelio en Mateo, Lucas y Marcos. Tradicionalmente, cada vez que la institución de la Eucaristía se lee durante estos días, se coloca en relación con el relato de la Pasión, para indicar cómo la Última Cena fue completamente una anticipación de la muerte en la cruz al día siguiente, y por lo tanto indica cuánto la Última Cena es de naturaleza sacrificial.

Tres días fueron dedicados a la lectura de estos pasajes: Domingo de Ramos, Martes Santo y el Miércoles Santo. Gracias a la reforma, ¡la institución de la Santa Eucaristía desaparece completamente del ciclo litúrgico! Toda la razón de ser de la reforma parece estar impregnada con el olor del racionalismo y arqueologismo,a veces con gotas de pura imaginación. No se pretende de ninguna manera sugerir que estos ritos carecen de la ortodoxia necesaria, tanto porque sería infundada y porque la asistencia divina prometida por Cristo a la Iglesia, incluso en relación con lo que los teólogos llaman “hechos dogmáticos” (entre los cuales, mantenemos, se incluye la promulgación de una ley litúrgica universal) impide una expresión claramente heterodoxa dentro de sus ritos. Después de haber hecho esta estipulación, sin embargo, no podemos excusarnos de notar la incongruencia y la extravagancia de algunos de los ritos de la Semana Santa reformada, mientras que al mismo tiempo se mantiene la posibilidad y la licitud de una discusión teológica de lo mismo, con el fin de descubrir una verdadera continuidad de la expresión litúrgica de la tradición.

Negar que el “Ordo Hebdomadae Sanctae Instauratus” sea el producto de un grupo de expertos académicos -por desgracia unidos por experimentadores litúrgicos oportunistas- es negar la realidad de los hechos. Con el debido respeto a la autoridad papal que promulga esta reforma, se nos permite avanzar en las críticas que siguen, ya que la naturaleza experimental de estas innovaciones exige que se establezca un equilibrio entre las críticas y respeto a la autoridad.

Según el padre Carlo Braga, esta reforma era la “cabeza del ariete”, que allanó la liturgia romana para los días más sagrados del año. Algo tan revolucionario estaba obligado a tener repercusiones sobre todo el espíritu de la liturgia posterior. En efecto, marcó el comienzo de una actitud deplorable por la cual se podían hacer cosas o deshacer en materia litúrgica a placer de los expertos. Las cosas podrían ser suprimidas o reintroducidas sobre la base de las opiniones histórico-arqueológicas, sin tener en cuenta más tarde que los historiadores se habían equivocado. (El ejemplo más notorio como se vio después, mutatis mutandis, fue el tan promocionado “Canon de Hipólito”). La liturgia no es un juguete en manos del teólogo o simbolista más en boga. La liturgia saca su fuerza de la tradición; del uso infalible de la tradición por la Iglesia; de esos gestos que se han empleado durante siglos; y de un simbolismo que no puede existir meramente en la mente de los académicos de libre pensamiento, sino que se corresponde con el consenso del clero y las personas que han orado de esa manera por años. Nuestro análisis se confirma por la síntesis del padre Braga, un protagonista extraordinario de estos eventos: “Lo que no era posible, psicológica y espiritualmente, en el momento de San Pío V y Urbano VIII debido a la tradición [y nos gustaría hacer hincapié en “debido a la tradición”], debido a la formación espiritual y teológica insuficiente, y debido a la falta de conocimiento de las fuentes litúrgicas, era posible en el momento de Pío XII”.

Si bien compartimos su análisis de los hechos, se nos puede permitir objetar que la tradición, lejos de representar un obstáculo para la obra de reforma litúrgica, es la base para ello. Tratar la época posterior al Consejo de Trento con desdén y definir a san San Pío V y los Papas que le siguieron como hombres de “formación espiritual y teológica insuficientes” es presuntuoso y próxima a la heterodoxia en su rechazo de la centenaria obra de la Iglesia. No es un misterio que este era el clima en los años cincuenta y sesenta durante la reforma. Con el pretexto de arqueologismo, la sabiduría milenaria de la Iglesia fue sustituida por el capricho de un juicio personal. Actuando de esta manera, uno no reforma la liturgia, sino que la deforma. Con el pretexto de restaurar antiguas prácticas -sobre lo que han escrito estudios científicos de un valor dudoso y fluctuante – uno se libera de la tradición y, después de haber arrancado el tejido de la liturgia, ahora hace un trabajo de parche defectuoso cosido sobre un descubrimiento arqueológico de autenticidad poco probable. La imposibilidad de una reactivación integral de ritos que ha estado muerta durante siglos -si es que alguna vez existieron- resulta en la entrega de los trabajos restantes de “restauración” al libre vuelo de la imaginación de los “expertos”.

El juicio general sobre la reforma de la Semana Santa es principalmente más bien negativa: ciertamente no constituye un modelo de reforma litúrgica (gracias en parte, a la manera artificial en que fue ensamblada y su uso de las intuiciones personales en desacuerdo con la tradición).

El caso de la reforma de 1955-1956 se analizó porque era, según Annibale Bugnini, la primera ocasión de la inauguración de una nueva forma de concebir la liturgia. Los ritos producidos por esta reforma fueron utilizados universalmente por la Iglesia por muy pocos años, en medio de una sucesión continua de reformas. Que dieron como resultado el Novus Ordo «Missae» de Pablo VI».

Pablo Lazo. Pbro.

Director General de la Pía Unión de San Pablo Apóstol por.

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